Todos, por muy cínicos o escépticos que seamos, hemos topado alguna vez con la magia. No hablo de una mujer serrada por la mitad o un conejo sacado de una chistera o de un reloj de pulsera que desaparece. Cuando, después de perder a un amante, un socio, un amigo, el dolor que parece insoportable se atenúa, eso es magia. Cuando el rugido tenaz de un saxo tenor sube desde debajo de la tierra a través de un reja en la acera y el pie te empieza a marcar el ritno, eso es magia. Cuando una joven, sin razón aparente, se da la vuelta en la calle y te sonríe, no sólo es magia, es una razón tan buena como cualquier otra para levantarse por las mañanas.

Joeph Loeb